La grifería electrónica es la que abre o cierra la corriente de agua de manera automática, en función de si detecta la presencia de las manos del usuario.
Se trata de un sistema que permite reducir de manera considerable el consumo de agua, debido a que funciona con la máxima eficiencia.
Tanto su caudal como la temperatura que alcanza el agua se pueden regular con antelación, aunque también existe la posibilidad de realizar la graduación de forma manual, con una palanca o válvula termostática.
El lugar más común para la instalación de la grifería electrónica son los baños, en los que se pueden colocar en lavabos, duchas y bidés, y en la cocina, en concreto en el fregadero.
Hay que subrayar que los primeros usos que se dieron a este tipo de instalación estaban centrados en sectores industriales en los que se utilizaba agua por parte de los operarios de manera intermitente.
Esto hacía que, por una parte, se gastara más agua de la debida y, por otra, se produjera un riesgo de contaminación debido al uso intensivo de los grifos para abrir y cerrar la corriente.
Su uso encontró una elevada difusión en hospitales y otros centros de salud, así como en cocinas industriales, ámbitos en los que se presta especial atención por evitar la proliferación de gérmenes y bacterias, y otros agentes contaminantes.
Los grifos automáticos basan su funcionamiento en un sensor de infrarrojos que está integrado en el propio caño.
Cuando se produce una intromisión física en el haz de luz, se abre una electroválvula y el agua fluye.
Cuando el corte del haz desaparece, el flujo del agua se cierra.
Unas baterías o una batería sirven de fuente de alimentación.