Los vestidores abiertos permiten ver toda la ropa y accesorios de manera directa, facilitando, en la mayoría de los casos, la elección de atuendos, y al mismo tiempo esto evita que las prendas queden olvidadas.
Un armario cerrado oculta el contenido detrás de puertas, lo que le da un aspecto más limpio y organizado al espacio, manteniendo la ropa protegida del polvo y fuera de la visión de quienes, por alguna razón, estén allí.
En un vestidor abierto, conservar orden es esencial, ya que cualquier desorganización se verá de inmediato.
Es ideal para personas que mantienen la ropa bien organizada y visualmente atractiva, que tengan tiempo para esto y no les suponga demasiado esfuerzo en su día a día.
En el armario cerrado, se puede tener una mayor flexibilidad en la organización, puesto que el contenido está al interior de las puertas, y no es tan necesario mantener el orden visual.
El vestidor abierto expone la ropa a estos elementos, por lo que puede requerir limpieza más frecuente y es recomendable para prendas de uso frecuente.
El armario cerrado ofrece una mejor protección contra el polvo, la luz solar y otros factores ambientales que pueden dañar la ropa o desvanecer los colores.
Una de las cuestiones que más hace peso para algunos, al no escoger la primera opción, es que es abierto, restando privacidad.
No obstante, para otros se adapta, más para aquellas personas que prefieren un ambiente moderno y accesible, donde el proceso de vestirse es parte de la estética del espacio.
En cambio, con la segunda opción, se hace ideal para quienes valoran la privacidad y prefieren tener sus pertenencias personales fuera de la vista de otros en el hogar, lo cual, es la intención principal.