En la actualidad la mayoría de los muebles que se fabrican son de tableros de aglomerado o de DM (lo que solemos llamar cartón prensado) recubiertos de una lámina de madera o una lámina de melamina (material sintético).
La melamina es un tablero aglomerado de partículas (astillas y serrín) recubierto por ambos lados de una película impregnada en resina melamínica cubriendo totalmente el tablero.
En el uso de tableros recubiertos de melamina, se emplean distintas calidades, texturas y grosores, pero en un principio suelen ser similares a los muebles de madera.
La melamina resulta muy atractiva pues podemos encontrarla en tablas de madera con multitud de diseños, texturas, formatos y colores con unos acabados que en mas de una ocasión nos han hecho dudar si eran de madera maciza o no.
La melamina, en contraste con los muebles de madera, es resistente a diferentes componentes y contratiempos, ya sea agua, sol, altas temperaturas o parásitos, entre otros.
De hecho, aunque la resistencia puede variar, la resina en las hojas de melamina crea una capa externa impenetrable que resiste casi todo tipo de arañazos y abolladuras.
O puede hacer frente al calor y el material no se desvanece o se agrieta con el tiempo.
La madera nos aporta un acabado natural.
La madera maciza tiene gran consistencia, aunque su porosidad supone que el material pueda sufrir de ataques de parásitos y microorganismos como termitas o moho.
Además es un buen aislante térmico y acústico.
El mantenimiento de la madera supone que con cierta regularidad hay que dedicarle tiempo y tratarla con los productos adecuados.
También ofrecen la opción de restaurarlos, aunque debamos tener conocimientos de ebanistería un poquito más avanzados.
La melamina, por tanto, es una alternativa más económica, resistente y con una gran variedad de texturas, colores y diseños.