La accesibilidad es un derecho en sí misma y, a su vez, una herramienta para el ejercicio de derechos.
Es la condición de posibilidad que debe darse para que todas las personas puedan participar, eliminando las barreras del entorno.
La lectura fácil es una técnica para escribir o adaptar textos dirigida a personas con dificultades transitorias o permanentes en la comprensión lectora.
Se origina en 1968 en Suecia, con la creación de la Fundación Centro de Lectura Fácil.
En los setenta, la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios (IFLA), basándose en la Declaración Universal de Derechos Humanos, promueve un sistema de adaptación de textos para personas con discapacidad intelectual, con el objetivo de reducir las barreras lingüísticas implicadas en el proceso de lectura.
En 1997 la IFLA publicó las primeras Directrices para materiales de lectura fácil.
Estas directrices han sido actualizadas a lo largo de los años.
En este documento, la lectura fácil es definida como «una adaptación de un texto que hace más fácil tanto la lectura como la comprensión».
Si bien en sus comienzos estuvo dirigida a personas con discapacidad intelectual, la lectura fácil tiene diversos usuarios y usuarias posibles:
personas con discapacidad auditiva que se inician en la lectoescritura,
personas migrantes que no hablan la lengua del país en que residen,
personas mayores con alteraciones propias del envejecimiento,
niños, niñas o personas adultas que hayan tenido escasas oportunidades de escolarización.
Las oraciones tienen una línea de corte cada sesenta caracteres aproximadamente.
Es importante respetar los sintagmas a la hora de establecer estos cortes.
Lógica, la acción debe seguir un hilo.
Precisión, evitar varias acciones dentro de una misma oración.
Evitar palabras difíciles, pero usando un lenguaje adulto y dignificante.
Las palabras poco comunes pueden ser:
evitadas,
reemplazadas,
ejemplificadas o
explicadas, cuando no pueden o no deben ser evitadas o reemplazadas.
Usar lenguaje cotidiano.
Por ejemplo: en vez de «vivienda», «casa».
En vez de «estipendio», «sueldo».
Personificar el texto tanto como sea posible.
En lugar de escribir «El solicitante deberá presentar la fotocopia de DNI», se prefiere usar «Presente la fotocopia de su DNI».
En lugar de «Los estudiantes podrán inscribirse», usar «Podrás inscribirte».
Usar ejemplos prácticos.
«Un animal de gran tamaño y de sangre fría, como la serpiente o el lagarto, puede pasar semanas sin comer».
Usar oraciones cortas.
Incluir una sola idea principal en cada oración.
Usar un lenguaje positivo.
Evitar la voz pasiva.
No asumir que los lectores y lectoras tienen conocimiento previo del tema.
Ser sistemático al usar las palabras.
Conviene no usar distintas palabras para nombrar a una misma persona o cosa.
Usar el joven, el visitante, el enemigo, el extranjero para un mismo personaje o el monumento, la estatua, el símbolo de la ciudad para una misma obra de arte lleva a pensar que son varias personas o cosas.
Elegir signos de puntuación sencillos (punto, coma).
Evitar el punto y coma y los guiones.
Cuidar las metáforas y el lenguaje figurativo («transpirar la camiseta», «abrazar una causa»)
No usar palabras en otro idioma.
Las producciones en lectura fácil deben ser validadas con usuarios y usuarias de esta estrategia.
La validación con personas usuarias es la instancia que permite saber si la adaptación es adecuada o no.
En esta fase, las y los validadores revisan la producción y aportan ideas para mejorarla.