Los ojos trabajan más de lo normal cuando se usa un ordenador durante muchas horas, tienen que enfocar constantemente la pantalla y esta, que emite luz, hace más difícil la tarea.
El sobreesfuerzo ocular que supone puede llegar a causar molestias, sobre todo si la iluminación de la sala no es la apropiada: ojos cansados o irritados, dolores de cabeza, visión borrosa, sequedad en los ojos, etc.
Todas estas complicaciones hacen que cueste concentrarse en la tarea y trabajar bien, a lo que hay que sumar su repercusión en la postura de los usuarios.
En estas circunstancias, estos tienden a acercarse demasiado a la pantalla o a forzar la vista para verla mejor si la luz es demasiado fuerte o está colocada en un mal lugar, lo que puede desencadenar molestias en el cuello, la espalda y los hombros.
La luz natural también cuenta con el espectro completo de colores, es decir, todas las longitudes de onda visibles, por lo que los ojos los perciben mejor, reduciendo la fatiga ocular y mejorando el contraste para una lectura más fluida.
Cuando la luz que entra a través de esta es escasa, puede provocar reflejos en la pantalla que fuercen todavía más la vista del usuario en cuestión.
Para iluminar el puesto de trabajo, no basta con colocar un punto de luz en cualquier lugar, es importante tener en cuenta ciertos factores y aprovechar al máximo la flexibilidad que la luz artificial ofrece en cuanto a configuración.
La luz cálida cuenta con una temperatura de color entre los 2700K y los 3000K que la hace más amarillenta o anaranjada respecto a las otras dos.
La luz fría está entre los 5000K y los 6500K en temperatura de color, siendo más blanca o azulada con el objetivo de imitar la luz del día.
La luz neutra, en cambio, es un punto medio entre las dos anteriores, siendo también una buena opción para trabajar con el ordenador durante jornadas largas, los ojos no se cansan tanto como la luz fría.