Si la puerta no abre, sencillamente, es que no es la puerta ni aún menos nuestro camino. Porque hay destinos imposibles, personas que no encajan en nuestras cerraduras y caminos por los que es mejor no transitar. Una puerta cerrada a veces, es un muro que derribar. Las puertas que nos cierran los demás son también muros que todos nosotros podemos derribar. Tal vez, en algún momento de nuestro ciclo vital, no tomáramos la mejor elección o puede incluso, que sí lo fuera durante un periodo de tiempo. El destino no es algo que deberíamos ver, el destino debemos crearlo nosotros con determinación y valentía abriendo las puertas más adecuadas. Ningún sendero elegido a lo largo de tu viaje experiencial ha sido en vano. Lejos de arrepentirnos por haber cruzado una puerta, por haber tenido esa pareja, por haber iniciado ese proyecto o encontrar, simplemente, más frustraciones que alegrías, es necesario asumir lo vivido como un buen aprendizaje.