La ventilación cruzada se logra mediante la colocación estratégica de aberturas en los muros, permitiendo que el aire entre por un lado del edificio y salga por el otro, aprovechando la dirección del viento para facilitar el flujo de aire a través del espacio interior.
La orientación del edificio respecto al sol y los vientos predominantes es crucial para maximizar el potencial de la ventilación natural.
Un diseño cuidadoso que considere la trayectoria solar y las características del viento puede mejorar significativamente la eficiencia de la ventilación, asegurando que las áreas habitables reciban suficiente aire fresco y luz natural.
Además, la capacidad de un edificio para adaptarse a las condiciones cambiantes, mediante elementos arquitectónicos dinámicos como persianas ajustables, ventanas operables y otros sistemas de modulación, permite un control más efectivo del clima interior.
La relación entre el edificio y su entorno inmediato, incluida la topografía circundante, desempeña un papel importante en la eficacia de la ventilación natural.
La utilización de características del paisaje, como colinas o cuerpos de agua, puede influir en los patrones de viento y en las condiciones microclimáticas, potenciando los sistemas de ventilación natural.
Asimismo, la implementación de espacios verdes, como patios internos o jardines verticales, puede mejorar la calidad del aire y contribuir a la regulación térmica a través de la evapotranspiración.
El efecto chimenea se basa en la diferencia de temperatura entre el interior y el exterior del edificio, así como la variación térmica entre las zonas altas y bajas del mismo, para crear corrientes de aire vertical que impulsan el aire caliente hacia arriba y hacia fuera del edificio, atrayendo aire fresco de las aberturas inferiores.