El funcionamiento de un grifo se basa en un dispositivo de tornillo que regula el flujo de agua que circula por las tuberías.
Las tuberías están siempre llenas de agua, y al abrir el grifo se permite su evacuación.
Si el grifo está cerrado, el agua no puede salir por él, ya que un disco de goma o cuero está cerrando la salida.
Cuando abrimos el grifo, la llave hace girar un tornillo que levanta el disco, permitiendo al agua fluir y salir por la espita.
La presión hidrostática en un punto viene determinada por la densidad del líquido, la constante de la gravedad y la altura del punto que estamos midiendo.
La presión depende únicamente del punto que estemos midiendo, ya que la densidad del agua y la gravedad son constantes.
El flujo de agua que atraviesa el grifo viene determinada por una expresión que relaciona la presión interior y exterior del circuito de agua.
Cuando la diferencia de presiones es grande, en función de la resistencia que presente el grifo, obtenemos un determinado caudal.
Debido al efecto Venturi, cuando un fluido en movimiento pasa por una zona de sección menor, aumenta su velocidad a costa de disminuir su presión.
La mayoría de los grifos están diseñados con un ‘giro’ o ‘codo’ en la tubería justo antes de que el agua salga al exterior, para convertir la energía cinética en energía térmica y evitar que el agua salga demasiado rápido.