La recomendación de las sociedades científicas es mantener al bebé en la habitación de sus padres como mínimo los primeros 6 meses de vida, ya que esto se ha visto que disminuye el riesgo de muerte súbita del lactante. Por el mismo motivo, sería aconsejable y preferible alargar esa recomendación hasta los 12 meses, que es lo que yo suelo recomendar en mi consulta. Más allá de esa época, no hay ningún problema en que el niño/a siga durmiendo en la habitación de sus padres. Por lo que, cómo he comentado, trasladarle a su habitación supone una decisión familiar. Antes de tomar la decisión de pasarle a su habitación, valoremos si es el momento adecuado y si no hay otros cambios en el entorno. Un cambio a la vez. Como siempre, mi recomendación es hacerlo de la forma más respetuosa posible. Preparar el espacio juntos, escoger las sábanas de la cama, hacerle partícipe del cambio y tenerle en cuenta, jugar en su habitación durante el día para que se pueda familiarizar con el espacio. También os recomiendo que un día entréis en su habitación y apaguéis la luz, revisad el espacio, las formas, los objetos, a veces cuando hacemos eso nos damos cuenta que hay cosas que pueden dar miedo a los peques y no nos habíamos dado cuenta. Hacer una transición suave, explicarle que irá a su habitación, podéis marcar un día concreto juntos, ponerlo en el calendario o incluso preparar una rutina visual para acompañar el cambio, podéis usar algún objeto para hacer la transición, por ejemplo su muñeco, peluche o manta favorita, este objeto le dará seguridad. Los primeros días ir entrando y saliendo de la habitación durante ratos pequeños, para que se vaya acostumbrando, y si lo pide, nos quedaremos acompañándole a su lado hasta que se duerma. Y por último, recordad que siempre podemos volver atrás si es necesario, si tras unos días o semanas nos damos cuenta que no era el momento adecuado, o ha habido algún cambio importante inesperado en el entorno del peque, lo podemos posponer.