La metáfora de la puerta caracteriza la historia de la salvación encerrada entre una puerta que se cierra y doce puertas que, al final de la historia, se abren. Dios, a causa del pecado de los primeros padres, cierra la puerta del Edén. Una vez cerrada la puerta del paraíso, el hombre ya no se comunicará familiarmente con Dios.
La entrada a la salvación presentada como una ciudad o un salón de banquetes es una puerta estrecha, es decir, conversión, fe. El que no esté en guardia encontrará la puerta cerrada. En este sentido, la puerta también puede simbolizar la entrada al reino, cuyas llaves entregó Jesús a Pedro.
Jesús no sólo se define como la única puerta para acceder a la redención, sino que también establece los requisitos para la entrada al reino. La puerta puede ser también la "puerta del cielo", como se menciona en Génesis 28,17 y Sal 78,23, o la "puerta de la muerte", como en Job 38,17 y Sal 9,14. Además, la puerta puede representar la conexión entre el espacio sagrado y el profano, como se ve en la "puerta del templo" o la "puerta de la ciudad".
La puerta también se asocia con la idea de la esperanza, como se ve en la frase "puerta de esperanza" en Os 2,17. En general, la puerta simboliza la transición entre dos estados o espacios, y su apertura o cierre puede representar la posibilidad o imposibilidad de acceso a la salvación o a la comunión con Dios.