La ducha perfecta se logra decidiendo cuánto ducharse, regulando la temperatura, lavando la cara, empezando de arriba a abajo, enjabonando el cuerpo, lavando las partes íntimas, afeitándose, orinando si es necesario, lavando los pies y finalizando con un toque de loción o crema corporal.
No hay ninguna razón para ducharse todos los días de invierno si se trabaja en una oficina y no se desprenden gotas de sudor.
El agua y los geles de baño producen daños en la piel y cuero cabelludo, resecándolos e impidiendo la generación de sustancias segregadas de forma natural para protegernos de infecciones.
Lo ideal es ducharse con agua templada, entre 35 y 37 grados centígrados.
La ducha es el lugar perfecto para lavarse la cara, especialmente si se usan limpiadores especiales.
Lo mejor es empezar lavando la cabeza e ir limpiando el resto de partes del cuerpo de arriba a abajo.
Una vez que se haya terminado, no se olvide de enjuagar la esponja, escurrirla y dejarla secando.
Usa una toalla para secarte, pero no frotes excesivamente, trata a tu piel con delicadeza.
Si tienes la piel seca, este es el momento para echarte una loción corporal o una crema, ya que los poros siguen abiertos y ya no queda piel muerta.