Los pavimentos pueden clasificarse de acuerdo a su rigidez y utilización, lo que influye en los problemas que pueden presentar. Su comportamiento ante cargas y factores ambientales está directamente relacionado con el tipo de terreno sobre el que se instalan y su exposición al tráfico y otras condiciones.
Los pavimentos rígidos están compuestos generalmente por losas de hormigón, estos pavimentos tienen una gran resistencia estructural y se utilizan en carreteras de alto tránsito y aeropuertos.
Problemas comunes de pavimentos rígidos: Fisuración por retracción o carga excesiva.
Fallos en las juntas por asentamientos diferenciales del terreno.
Reflejo de grietas en capas superficiales por movimientos del sustrato.
Los pavimentos flexibles están compuestos por varias capas, con una base asfáltica sobre materiales granulares.
Se usan comúnmente en carreteras y zonas de tráfico moderado.
Problemas comunes de pavimentos flexibles: Deformaciones permanentes por compactación insuficiente del suelo de base.
Formación de grietas por fatiga ante cargas repetitivas.
Desgaste y pérdida de adherencia en la capa de rodadura.
Los pavimentos semirrígidos combinan características de los rígidos y los flexibles, incorporando materiales tratados con cemento en la base para aumentar la resistencia.
Problemas comunes de pavimentos semirrígidos: Rigidez insuficiente en suelos con baja capacidad portante.
Agrietamiento por retracción térmica.
Erosión de la base debido a filtraciones de agua.
El tipo de terreno sobre el que se instala el pavimento es determinante en su durabilidad y estabilidad.
Entre los factores más influyentes se encuentran: Asentamientos diferenciales: Provocados por suelos de baja capacidad portante o compactación inadecuada.
Expansión y contracción del suelo: Ocurre en terrenos arcillosos que cambian de volumen con la humedad.
Presencia de agua: Filtraciones y humedad excesiva pueden degradar los materiales y reducir la estabilidad del pavimento.