La luz natural es mucho más que un elemento decorativo en nuestros hogares o lugares de trabajo.
Su influencia sobre la salud física y mental está ampliamente respaldada por la ciencia, y cada vez más estudios demuestran que pasar tiempo bajo la luz del sol (de forma controlada) puede tener beneficios significativos para nuestro bienestar diario.
La exposición a la luz natural, especialmente durante las primeras horas del día, ayuda a regular el ritmo circadiano, nuestro reloj biológico interno.
Este ritmo controla funciones esenciales como el sueño, la digestión y la producción de hormonas.
Una buena sincronización del ritmo circadiano mejora la calidad del sueño, aumenta la energía durante el día y reduce los niveles de estrés.
La luz solar es una fuente primaria de vitamina D, esencial para la salud ósea, la función muscular y el sistema inmunitario.
Aunque es cierto que debemos protegernos del exceso de radiación UV, una exposición moderada (unos 15-20 minutos diarios en cara y brazos) favorece la producción natural de esta vitamina.
La luz natural estimula la producción de serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”.
Esta sustancia contribuye a mantener un estado de ánimo estable, mejora la concentración y ayuda a prevenir trastornos como la depresión estacional, muy común en los meses más fríos y oscuros.
Diversos estudios han demostrado que los entornos con abundante luz natural favorecen la productividad y la concentración, tanto en adultos como en niños.