Millones de personas ciegas o con discapacidad visual grave en todo el mundo utilizan el código braille.
El conocimiento y el uso del braille es ya habitual en colegios y universidades, y está presente en envases de productos alimenticios y de medicamentos, botoneras de ascensor, cartas de restaurantes, etc., lo que supone una gran mejora en la vida cotidiana de las personas ciegas o con baja visión.
La ONU proclamó en 2019 Día Mundial del Braille el 4 de enero, nacimiento de Louis Braille (1809-1852) creador de este sistema de lectoescritura que hoy utilizan 285 millones de personas ciegas en todo el mundo.
Son seis puntos que, con 64 combinaciones, se usan para componer letras y números, escribir en cualquier idioma, leer partituras o anotar partidas de ajedrez.
La ONCE garantiza el aprendizaje del braille desde temprana edad a través de su modelo personalizado de atención educativa, pero también ofrece este servicio a personas que pierden la vista a cualquier edad.
Por ello, la formación para estas personas se realiza a través de diferentes metodologías y de una manera personalizada al nivel funcional que necesite cada usuario.
La Organización impulsa la figura del promotor de braille para adultos, con el fin de intensificar la enseñanza para personas que pierden la visión en edad adulta.
Asimismo, recientemente se ha puesto en marcha un método de aprendizaje de enseñanza del braille para personas adultas llamado “Ponte a Punto”, que pretende acercar el código de forma amigable y dinámica.
Para una persona ciega, que un envase de tetrabrik contenga una etiqueta en braille supone que pueda diferenciar si ese envase contiene leche, zumo o caldo de pollo.
Puede que sea un detalle insignificante para la mayoría, pero es la diferencia entre ser autónomos o no serlo, ya que sin algo tan esencial como la inclusión del código braille en los envases dependeremos eternamente de alguien para saber qué productos utilizamos.