Lacar, como su propio nombre indica, es aplicar un esmalte o laca. Lacar un mueble o una puerta es un proceso muy elaborado. Requiere de un conocimiento a fondo de los materiales necesarios, los tiempos de secado y, sobre todo, de las técnicas de trabajo de todo el proceso. Por esta razón, es difícil que una persona que no sea profesional del lacado pueda lacar un mueble o puerta con buenos resultados.
El acabado con pistola es el más perfecto, pues se consigue máxima cubrición sin huellas ni marcas de aplicación. Para realizar el lacado con pistola, se requiere de unas instalaciones preparadas para ello y unos elementos de seguridad fundamentales para realizar el trabajo en óptimas condiciones.
Pintar, evidentemente, es aplicar pintura. Pintar un mueble o una puerta también requiere un proceso de lijado y es conveniente aplicar una imprimación. El pintado se puede realizar con brocha, rodillo o, incluso, con pistola. Sin embargo, el acabado no es tan perfecto como en el lacado. La textura que se obtiene con el pintado es más rugosa y no tiene tanto brillo.
La principal diferencia entre el lacado y el pintado, además del producto que se usa, es el acabado. Con el lacado conseguimos una textura lisa, sin imperfecciones, con el nivel de brillo que se quiera. El resultado es resistente, fácil de limpiar y mantener, y duradero en el tiempo. La diferencia entre pintar y lacar está en el acabado.
El brillo, la textura y el nivel de calidad que se percibe con un lacado bien hecho, siempre es superior al que se consigue pintando. La pintura, si no es de una excelente calidad, se irá deteriorando con el paso del tiempo. Además la pintura se ensucia más fácilmente que la laca y su mantenimiento es algo más complicado.