En Educación Universal se valora especialmente que el educador pueda elaborar un método adecuado a su medida y a la de los educandos con los que trabaja.
El recurso, material o libro concreto a utilizar no es tan importante, como a quién se dirige y cómo se usa.
En las diversas propuestas de formación que se ofrecen, se intenta potenciar esa habilidad y sugerir o inspirar posibles senderos más que fijar un único método.
La metodología ha de estar al servicio de los ejes principales del proyecto educativo, entre los cuales cabe resaltar: Educar para ser felices, para colmar la aspiración que compartimos los seres humanos al pleno bienestar.
Que favorezca el equilibrio y la armonía interna de la persona, para que pueda abrirse de forma natural y empática a los demás y contribuir al equilibrio y armonía de su entorno y global.
Que incida, de forma equilibrada, en todas las dimensiones de la persona: física, cognitiva, emocional, social y existencial.
Dirigida a formar a la persona integralmente, en todas las esferas de la vida, y no meramente encaminada a un conocimiento de lo material o técnico como capacitación profesional.
Que proporcione un aprendizaje experiencial, con métodos activos que vayan más allá del mero conocimiento intelectual y permitan generar un conocimiento vivencial e integrado, que pueda ser llevado de forma natural a la vida.
Que incluya técnicas de introspección, como la meditación o la imaginación creativa, para cultivar la atención y concentración, facilitar el proceso de aprendizaje y de conocimiento, y para desarrollar cualidades y valores que despiertan el potencial de la persona.
Que aborde, con mente abierta, cuestiones humanistas y filosóficas relevantes y universales como, por ejemplo, ¿qué somos?, ¿qué es real? o las formas válidas de conocimiento.
Todo ello para dar satisfacción a la necesidad de sentido y conocimiento y encontrar nuestro papel en la existencia.