Los padres deben cuestionarse si su hijo no está pasando demasiadas horas de su día en una habitación.
Los bebés y menores de tres años deberían disfrutar del aire libre dos horas diarias, como mínimo.
En el caso de los niños de entre cuatro y seis años, esta cifra se reduce a una hora y media.
Mientras que para los de entre siete y nueve es de una hora y cuarto.
Por otro lado, los niños con edades comprendidas entre los 10 y los 12 deberían pasar, al menos, una hora al aire libre.
La particularidad del juego exterior es que incluye actividades de elección libre, espontáneas, autónomas y lúdicas, lo que fomenta el desarrollo socioemocional, cognitivo y físico de los niños.
Los niños que disfrutan de horas de juego al aire libre tienen menor riesgo de padecer enfermedades crónicas, cardiovasculares o diabetes.
Además de contar con una mejor salud mental y funciones tanto cognitivas como ejecutivas.
La UNESCO asegura que estos niños podrán explorar su imaginación y creatividad en mayor medida, así como experimentar más interacciones con otros niños y adultos.
La UNESCO asegura que estos niños podrán explorar su imaginación y creatividad en mayor medida, así como experimentar más interacciones con otros niños y adultos.