Las camas articuladas se asociaban antes principalmente a hospitales o centros de cuidados, pero hoy en día cada vez son más utilizadas en el hogar.
Y no solo por personas con necesidades médicas, sino también por individuos sanos que buscan mayor comodidad y mejor calidad de sueño.
En los entornos clínicos han demostrado su utilidad para facilitar la atención y mejorar el confort de los pacientes, pero su adopción en dormitorios domésticos está creciendo gracias a las ventajas que ofrecen en términos de descanso personalizado.
Para los pacientes con problemas como reflujo ácido, apnea del sueño, mala circulación o dolor de espalda, las camas articuladas ofrecen beneficios claros.
Permiten elevar la cabeza o las piernas de forma independiente, lo que ayuda a aliviar la presión en zonas sensibles, mejorar la alineación de la columna, reducir la hinchazón en las extremidades e incluso abrir las vías respiratorias para facilitar la respiración durante el descanso.
Gracias a estas posibilidades de ajuste, muchos profesionales de la salud suelen recomendar su uso en determinados tratamientos y procesos de recuperación.
La tendencia hacia las camas articuladas no obedece solo a motivos clínicos, también está relacionada con el estilo de vida.
Estos modelos destacan por ofrecer posiciones de descanso personalizables y funciones avanzadas pensadas para el confort.
Por ejemplo, algunas camas eléctricas incluyen la posición de “gravedad cero”, una postura reclinada diseñada por la NASA que minimiza la presión sobre la columna y las extremidades, favoreciendo la relajación y la circulación sanguínea.
Otros modelos incorporan funciones de masaje integrado y soporte ergonómico para actividades como leer, ver televisión o simplemente relajarse en la cama sin necesidad de añadir almohadas extra.
Incluso en personas sin patologías, una cama articulada puede mejorar la calidad del sueño al permitir encontrar fácilmente la postura más cómoda, favoreciendo así una mayor relajación y descanso.