Los suelos de las cocinas deben tener cualidades a nivel técnico y estético que faciliten la limpieza y eviten que se ensucien rápidamente. Contrario a lo que puedas pensar, la realidad es que los colores claros son los que mejor mantenimiento tienen. Los porcelánicos de colores claros son ideales para los suelos de las cocinas pequeñas, ya que agrandan visualmente el espacio. Eso sí, ten en cuenta que cuando hablamos de tonos claros no nos referimos a un suelo blanco. Evita los tonos drásticos, como el blanco o el negro ya que pueden sacar a la luz la suciedad con mucha más facilidad. Los destonificados son porcelánicos que cuentan con cierta gradación del color que varía de unas piezas a otras. Gracias a este efecto, es mucho más fácil mantener el suelo limpio. Un ejemplo claro de esto son los porcelánicos que imitan la piedra. Al emular la naturalidad de este elemento, el suelo no será completamente uniforme en color y permitirá borrar las manchas de una forma más sencilla. Los suelos decorativos, como por ejemplo los azulejos hidráulicos, son una forma muy bonita de tener un pavimento con tonos diferentes y que visualmente se mantenga limpio por más tiempo gracias a sus dibujos. El gran tamaño reduce la cantidad de juntas al mínimo. De hecho, si eliges un pavimento con baldosas de gran tamaño y, además, con los bordes rectificados, las uniones del suelo de tu cocina serán prácticamente imperceptibles. Elige un porcelánico lo más liso posible. Cuanto más rugoso sea, más fácil será que la suciedad se cuele en los poros. Escoge un material resistente y poco poroso, como el porcelánico, y así evitarás que se incrusten las manchas o que sufra por el uso de ciertos productos de limpieza.