Ventilar el inmueble durante 10-15 minutos al día puede obrar milagros contra la humedad doméstica.
Para aumentar su efecto, realizarlo dos veces al día es recomendable en viviendas que, por su antigüedad o un prolongado estado de abandono, han estado sometidas a humedades durante años.
Moderar la climatización es fundamental, ya que una diferencia drástica entre las temperaturas exterior e interior provoca un ‘choque’ de calor y frío, responsable de la condensación en forma de vapor de agua en cristales, techos, etcétera.
Basta con regular el sistema de climatización con un rango de temperaturas adecuado: 21-22 grados centígrados en invierno y 24-25 grados durante el periodo estival es una recomendación general.
Aislar los elementos constructivos, como los techos y las paredes, es esencial para minimizar las humedades.
El reemplazo de puertas y ventanas por perfiles de aluminio, un doble cristal y la rotura de puente térmico ayuda a minimizar las humedades.
Instalar burletes para detener cualquier escape térmico también es aconsejable.
Implementar materiales poco conductores, destinados a mejorar el aislamiento térmico en la fachada, como el poliestireno extruido y expandido, las lanas de vidrio y de roca o el corcho, disminuye la transferencia de calor y de frío.
Instalar deshumidificadores puede ser beneficioso para eliminar humedades y purificar el aire, aunque no debe ser la única medida adoptada.
La implementación de deshumidificadores carece de sentido sin el aislamiento térmico de la fachada, la ventilación diaria de la vivienda o la adopción de buenas prácticas en el uso de climatizadores.