Estudiar diseño de interiores es una opción emocionante y gratificante que ofrece una variedad de oportunidades profesionales.
Además, ayuda a las personas.
La resolución de problemas y una mirada despierta, abierta a posibilidades muy diferentes, serían para mí las principales.
Los procesos técnicos se aprenden con el estudio y la experiencia.
No obstante, el ser capaz de mantener la calma para enfrentarse a un desafío y el estar abierto a escoger un camino u otro, el ser flexible, son herramientas que siempre van a estar en la caja de uno, independientemente del proyecto.
La máquina podrá diseñar, distribuir y pensar como nosotros pero no tiene empatía, ni espontaneidad, ni intuición.
Nunca podrá conocer a un cliente como otra persona, comprender, proponerle incluso cosas que ni el mismo cliente sabe qué quiere.
Desde la empatía, un diseñador puede interpretar y después crear algo único, genuino y que cuente una historia con significado.
Las personas se dejan cautivar por el arte de otras personas.
Porque cuando un diseñador que te emociona te ayuda a hacer tu casa o tu negocio, parte de esa personalidad, de esos valores que proyecta, se quedan impresos y empiezan a formar parte de ti también.
Creo que ahora este trabajo por fin se va a centrar en las personas y no tanto en los resultados o los números.
Quien quiera sólo números contratará a la máquina, quien quiera esencia preferirá a la persona.
Preguntar, preguntar y preguntar.
En el Diploma que dirigimos pasa extrañamente veloz, en un abrir y cerrar de ojos.
El crear sinergias con los profesores y los otros estudiantes es fundamental.